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      Cómo perder peso comiendo lo que te gusta

      • Hablemos del fracaso más ignorado: las dietas.
      • El que come lo que debe, come dos veces: no caigas en el efecto camaleón.
      • Qué podemos hacer.

      Cómo perder peso comiendo lo que te gustaMónica Katz es médica especialista en nutrición.

      Durante años nos hicieron creer que tenemos que lucir de cierta manera: delgados y perfectos. Para lograrlo, nos vendieron dietas extremas y rutinas agotadoras de ejercicio con la promesa de alcanzar ese "ideal".

      Pero lo cierto es que, en el mundo y la Argentina, las dietas han generado más obesidad. Porque cuando una persona restringe lo que come, en calorías o en placer, el organismo pone en marcha un plan o programa de ahorro energético y de mayor deseo de comer, lo que genera la re-ganancia del peso perdido.

      Entonces retomamos otra dieta…Y así, terminamos atrapados en un ciclo de restricciones, descontrol, culpa y frustración, además de los kilos de más. Nos acostumbramos a comenzar cada lunes "la dieta definitiva". ¡Esa que finalmente iba a funcionar! Vivimos una vida "dietante".

      Comida, esa divina tentación

      De los siete pecados capitales, la gula es uno que últimamente en medio de la cultura de la delgadez, se ha reforzado.

      Comer es hoy un pecado para muchos. Nos enseñaron a temerle a la comida. Convirtieron el comer en ilícito. A tal punto que mucha gente si come algo que no está incluido en su esquema dietante, una porción de torta, un sandwich, siente culpa y cree que todo está perdido y, por lo tanto, debe "compensarlo". Entonces le sigue la restricción, el ayuno o ejercicio extenuante.

      Para lograrlo, nos prometemos que vamos a hacer las cosas perfectamente, a comer como "debemos hacerlo", lo que implícitamente significa que evitaremos todo lo que nos gusta.

      Y, lamentablemente, la prohibición y la incertidumbre volatilizarán nuestro deseo, que nos dirigirá (cuando nadie nos ve) a buscar nuestra comida preferida y así nos lanzaremos a la práctica de ese pecado tan temido: la gula.

      Por el contrario, si perdimos peso, y nos sentimos "curados" nos premiamos con comida. Pero no una porción, sino que nos despedimos hasta la próxima.

      Y así se vuelve al ciclo interminable de yoyó típico de la vida del dietante, en el que cada vez cuesta más perder peso y es más sencillo recuperarlo.

      En el marco de esa cultura dietante, nos convencieron que el éxito está en el número de la balanza, y olvidamos lo más importante: cómo nos sentimos y como está nuestra salud.

      Las llamadas "dietas milagro" prometen adelgazar muchos kilos rápidamente pero nunca alertan acerca de los riesgos asociados ni funcionan en el largo plazo. Duran lo que dura nuestra motivación inicial, ese encuentro tan esperado, el evento en el que nos encontraremos con antiguos amigos, o la presión del médico o la familia por un problema de salud. Por supuesto que el dietante siempre vuelve al punto de partida, o a otro peor.

      La cárcel del mundo fit

      Últimamente se han puesto de moda maratones de más de 42 kilómetros, carreras en montañas, o planes de ejercicio solo adecuados para jóvenes saludables, pero que son imposibles y hasta peligrosos para la mayoría. Porque los excedidos de peso tienen más de treinta, o cuarenta.

      Además, la obsesión que a veces generan estas rutinas de ejercicio dejan de lado el descanso, los amigos, la pareja y esa serie que tanto disfrutamos. Porque para alcanzar el nivel de fitness del resto del grupo, en ocasiones hacemos ejercicio sin fallas ni faltazos, cuando quizás con otras opciones menos extremas, alcanzaría para estar sanos. El problema es que ahí está el "efecto camaleón" metiendo la cola.

      Efecto camaleón: ¿Quién decide lo que está "bien" comer?

      ¿Alguna vez comiste algo solo porque los demás lo hacían? Tu amiga, tu hermano o el influencer sin matrícula al que seguís en redes ¿O pediste una ensalada cuando en realidad querías otra cosa, solo porque "no da" comer si tenés sobrepeso?

      No estás solo: tendemos a copiar los hábitos alimentarios de quienes nos rodean o lo hacemos para pertenecer, muchas veces sin darnos cuenta o porque admiramos a otros o sus cuerpos o a sus vidas.

      Este comportamiento se conoce como "efecto camaleón", y forma parte natural de cómo interactuamos en sociedad. Adaptarnos a lo que hacen los demás nos ayuda a encajar, a sentirnos parte, a no desentonar. Pero también puede alejarnos de nuestras verdaderas necesidades y deseos.

      Muchos factores influyen en lo que consideramos una alimentación acorde con el ideal estético que perseguimos. La "norma" alimentaria. Entre ellos está el peso promedio de nuestro grupo de pertenencia. De hecho, si se está entre gente de peso normal o muy activos terminamos "contagiándonos", pero lo opuesto también es verdad.

      Otro determinante es el restó de moda, el alimento estrella, el tamaño habitual de las porciones, la publicidad y el marketing de la industria alimentaria. Las imágenes de cuerpos y comidas que vemos en redes sociales y medios se tornan nuestra vara. Lejos están, aunque influyen en algunas personas, las recomendaciones oficiales de salud.

      Todo esto construye un modelo social que premia ciertos comportamientos (hacer dieta o ejercicio o tener un cuerpo perfecto) y castiga otros (comer comida procesada, o tener kilos de más ).

      Las dietas como norma social

      En una sociedad donde la delgadez se asocia a belleza y éxito, estar "a dieta" dejó de ser una recomendación profesional, una decisión de salud y se convirtió en norma o estándar de oro o regla de referencia.

      Hoy, para muchas personas —especialmente mujeres— vivir a dieta es la norma, no la excepción. Y como cualquier norma social, está reforzada por "premios": elogios, aceptación, likes, ropa que entra, sensación de control. Pero esos premios tardan un tiempo en llegar. Implican tolerar el proceso. Sostener los cambios en la comida, la actividad física o la gestión emocional para perder peso.

      Ese premio demorado en el tiempo hace que muchas personas busquen atajos: dietas milagro, fajas, productos mágicos y gurús sin matrícula.

      Pero, como sabemos, la magia no dura. Y nos suele deja peor que cuando empezamos: frustrados, con rebote de peso, y desconectados de nuestras señales internas.

      ¿Qué podemos hacer?

      En el 2000 comencé a pensar en alternativas a las dietas canónicas. Con los años surgió el Método No Dieta, en el que proponemos alcanzar un cuerpo cómodo y sano sin renunciar al placer primario de comer.

      La pregunta es: ¿estamos comiendo lo que realmente deseamos, lo que nuestro cuerpo necesita o lo que la cultura y los otros ( y no precisamente los profesionales de la salud) nos dicen que "debemos" comer? Tal vez sea momento de:

      • Escuchar más a tu cuerpo y menos a las redes, las amigas bienintencionadas, pero no capacitadas en el tema.
      • Preguntarte qué queres comer, no solo qué "toca". Porque el que come lo que quiere, come solo una vez . El que come lo que debe, comes dos: ¡lo que debe y lo que quiere!
      • Reconocer que comer es un acto social, placentero, emocional y cultural. No podés vivir llevando tu comida en un envase de plástico a la reunión de amigos mientras el resto disfruta de un menú sabroso que preparó un cocinero que sabe.
      • Recordá que la salud no se mide solo por el peso.

      Un nuevo enfoque

      Es hora de dejar atrás la mentalidad dietante de "todo o nada" o de "blanco y negro". Podemos desprogramarnos poco a poco. Es posible internalizar la idea de que nacimos con derecho a comer y a sentir placer al hacerlo. Se puede reconectar con nuestras sensaciones reales de hambre y saciedad, con nuestra necesidad de placer y desde allí regular la alimentación.

      La comida no debe ser ni un premio, ni un pecado capital, ni un castigo. Comer bien no significa sufrir ni prohibirnos todo, pero tampoco comerse todo. Significa aprender a elegir lo que nos hace bien, disfrutarlo, y encontrar un equilibrio realista.

      El abordaje No Dieta puede servirte de inspiración. En lugar de buscar el "peso ideal", podríamos buscar nuestro peso saludable con un cuerpo cómodo, ese con el que nos sentimos bien, con el que tenemos energía, con el que apagamos el food noise, ese pensamiento rumiante sobre comida y alimentos que no nos deja vivir plenamente.

      Se trata de cuidarnos desde un lugar de respeto y amor propio, no de exigencia ni culpa. Porque si lo que venimos haciendo no funciona, quizás es momento de hacer algo distinto.

      Comer bien para alcanzar un cuerpo cómodo y sano no debería ser una carrera contra el reloj ni una competencia. No necesitás vivir en un cuerpo perfecto, sino decidir cuál es tu cuerpo cómodo y tu objetivo de salud. Y de la mano de un profesional decidir lo mejor para vos.

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      Sobre la firma

      Dra. Mónica Katz
      Dra. Mónica Katz

      Mónica Katz es médica especialista en Nutrición.

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