Está a la vista. Cada vez que algún dato revela cierta mejoría en las expectativas económicas, el Gobierno lo festeja como el fin-fin de la recesión y la llegada de la bendita reactivación. Pasó hace algunas semanas con informes que manejaban (y empezaban a ventilar) en la Casa Rosada y pasa ahora, notoriamente, con una serie de encuestas consideradas “representativas” que muestran un repunte del optimismo de los argentinos sobre el futuro cercano; entre ellas, una que anota un 43% “positivo” contra un 33% “negativo”, o sea, una diferencia de 10 puntos porcentuales.
El vaivén de las expectativas es también un indicador de hacia dónde se pueden inclinar las decisiones económicas de la población si toca optimismo; para el caso, hacia ese factor clave llamado consumo que mueve más del 50% del PBI. Bienvenido y llamativo a la vez, cuando en medio del pregón oficial los comerciantes declaran cuatro meses consecutivos con las ventas barranca abajo, algunas ya instaladas en rojos que oscilan entre el 10 y el 20%.
Queda claro que la reactivación vale de verdad cuando se continúa en crecimiento sostenido, sigue en inversión y empieza a mejorarle la vida a la gente. Arrancando por el empleo, las estadísticas oficiales no dicen nada que le hubiese cambiado definitivamente la vida a la gente.
Siempre números de este tiempo, los de la construcción cantan alrededor de 72.350 puestos de trabajo caídos respecto de noviembre del 2023; algunos pasos atrás, la industria manufacturera se anota con 43.970 y cierran esta mini, robusta serie los 58.000 empleos que barrió en el Estado ese ajuste fiscal llamado motosierra.
Obvio, la pérdida de empleos es pariente directa de la desaceleración económica y lo es, sobre todo, cuando el fenómeno pega en aquellas actividades definidas como “mano de obra intensiva”; claramente aquí, la construcción y la industria manufacturera.
De esa especie tenemos de enero 2023 a noviembre 2024, en variante producción industrial, 17 meses en rojo. O 20 redondos si se incorporan julio, agosto y septiembre del 2025. Para la construcción, los datos conocidos dan 13 meses en picada y de ellos 4 por debajo del 30%.
La construcción es uno de los sectores de la economía que más sufre el recorte de puestos laborales.Es cierto que tanto número abruma, pero es lo que cuentan las cifras oficiales y lo que viene a cuento del discurso reactivador.. De paso, en el comercio mayorista y minorista
el lote de registros negativos va en continuado de noviembre 23 a noviembre 24, o sea durante doce meses y un rojo cada mes.
Solo para que no falte, vale agregar que la suma de industria manufacturera, construcción y comercio representa el 44% del PBI. Y decir, en consecuencia, que el cuadro a la vista se parece más al de una economía en recesión que al de otra en zona de crecimiento o concluir en que suena apresurado largarse ya a cantar victoria.
Un informe de la consultora LCG pone más pimienta donde ya hay pimienta abundante: revela que en agosto desaparecieron del mapa alrededor de 11.229 empleos registrados; esto es, trabajo en blanco, generalmente seguro y bien pago y esta vez casi todo empleo privado.
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Pequeña digresión al paso, las noticias piden una reforma laboral que atienda una demanda de empleo que pinta desbordante y eventualmente conflictiva. Viene acompañada por una pérdida de poder adquisitivo de los salarios públicos y privados que algunos especialistas estiman en el 22% real, contra los de noviembre de 2023.
Hombre reconocidamente audaz, en semejante contexto el presidente Milei acaba de pedirles apoyo a los empresarios para “generar las condiciones que permitan crecer lo más posible”. Y lo más pronto posible, le faltó decir. Visiblemente, el tiempo político ya corre.
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