|
Hola FirstName
¿Cómo estás?
Me parece saludable que de vez en cuando el humor se vindique como tema de conversación. En las últimas semanas, dos series argentinas, Viudas Negras y División Palermo 2, fueron la excusa para volver sobre esto.
En su raid de prensa, Santiago Korovsky, creador de la segunda, respondió a la pregunta que probablemente ningún periodista olvidó hacerle: “El límite del humor no es lo políticamente correcto, es que el chiste sea una mierda”, dijo. Claro, su guion coquetea de todas las maneras posibles con un mismo manojo de ideas. ¿Se puede hacer un chiste sobre un ciego, un judío, una chica en silla de ruedas?, ¿qué tipo de chiste?, ¿cualquiera está habilitado para hacerlo?
La otra gran cuestión que rodea la comedia es el sentido de la oportunidad: ¿Hay tiempos más propicios para cierto tipo de humor?, ¿en qué momento se vuelve demodé?
Sobre este punto, el periodista Hernán Firpo publicó una crítica algo brutal (y digamos impopular entre los seguidores de Korovsky) sobre la serie del momento, en la que deja como al pasar una idea interesante: “…el modus operandi del wokismo a través de la sátira, perdió eficacia porque entre una temporada y otra del programa han cambiado abruptamente los tiempos: ahora está Milei, y Milei corrió por derecha como nadie las políticas de inclusión y diversidad, de lo que la serie se reía”.
Firpo tiene un punto: el clima de época cambió radicalmente. Mucho de lo que hasta hace poco era material de consumo irónico, hoy forma parte de una áspera literalidad. Y a nadie le causa gracia. En todo caso, te saca una risita nerviosa más emparentada con el espanto.
David Foster Wallace, autor de La broma infinita, diseccionó en la década de los 90 el uso de la ironía en la literatura, pero sobre todo en la televisión “como una respuesta sensata a un mundo poco realista”. El escritor norteamericano veía en la ironía, en el sarcasmo, una potencia pero también una debilidad. Podía ser una fuerza liberadora para señalar la hipocresía y arrancarle la máscara a una realidad desagradable. El problema es que una vez que el efecto se lograba no quedaba mucho por hacer. La ironía quedaba entonces reducida a una “medida de la sofisticación”.
Lo que nos devuelve a la mirada de Firpo sobre División Palermo 2. ¿Será que la serie entra en la categoría de comedia solo para algunos paladares refinados? O que, por el contrario, es absolutamente necesario poder reírse de temas tan sensibles como la discapacidad, la inclusión y la diversidad sexual cuando no queda otra cosa por hacer.
Hoy elegí estas historias para vos. Que tengas un lindo fin de semana.
|