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      Del Beagle a las Malvinas

      Del Beagle a las MalvinasUna movilización por la Guerra de Malvinas en 1982.

      El pueblo argentino celebra el triunfo del gobierno militar en el Mundial de Fútbol 1978: “¡Esta barra quilombera no te deja-no te deja de alentar!”. “¡El que no salta es un holandés!”. “¡Somos derechos y humanos!”.

      Acciones terroristas y crueles represiones oficiales son olvidados por la victoria nacional y popular de nuestra selección. Lástima que falta mucho tiempo para el Mundial de Futbol de 1982, se va agotando la euforia triunfalista del 78 y la realidad política, económica y social entra en escena. Aquella inolvidable Junta Militar se pone muy ansiosa. Necesita inventar algo. ¿Qué tal si desafiamos a Chile para jugar un partido a muerte por la Copa Canal de Beagle? ¡Sí! Se ilusiona la barra quilombera hasta que el Papa de entonces designa como árbitro al cardenal Samoré, quien interrumpe el comienzo de las acciones en nombre de la paz y se suspende la contienda. La frustración se derrama sobre la barra, sola y muy triste en la cancha vacía.

      ¡Arranca la bicicleta financiera, hay gran interés bancario, dólar barato, capitales que vienen, embolsan y se van! Un departamento en Buenos Aires cuesta como uno en New York. La plata dulce invade Miami. Deme dos, deme tres, deme cuatro, cinco, seis…. Deme uno. No me dé nada. Plata amarga. El dólar está resucitando, la deuda externa aprieta, la inflación está hinchada de que la culpen pero sonríe cuando escucha la célebre frase de aquel Ministro de Economía: “El que apuesta al dólar pierde”, frase repetida hace poco meses por Luis Caputo según versión de un medio digital.

      Las tres brujas malditas: Inflación, Recesión y Desocupación ríen a carcajadas y atacan con su hechizo maligno al gabinete que se reunió con urgencia. (El diálogo, el grado y la función de cada miembro de Junta son totalmente imaginarios).

      PRESIDENTE: Brigadier, cuánto falta para el Mundial de Fútbol en España?

      AERONÁUTICA: ¡Seis meses!

      PRESIDENTE: ¿Qué opina, Ministro? ¿Aguantamos seis meses más!

      ECONOMIA: No sé. La cosa está muy difícil. Estamos emitiendo billetes de un millón de pesos.

      PRESIDENTE: Yo extraño a los Montoneros. Por lo menos teníamos un enemigo como la gente, pero ahora…!

      MARINA: Señores, sugiero tener calma y esperar hasta el Mundial de España. Le tengo mucha fe a ese pibe Maradona, es un genio.

      CANCILLER: No podemos esperar tanto tiempo. Yo tengo una idea: Las Malvinas.

      PRESIDENTE: ¿Las Malvinas?

      CANCILLER: Sí. Las Malvinas siempre rinden.

      PRESIDENTE: ¡Yo no me rindo nunca!

      CANCILLER: ¡Por supuesto, Presidente! Quiero decir que la causa de las Malvinas tiene mucho gancho. Es como el Mundial de Fútbol. Todos unidos por la Patria. No falla. ¿Por qué no usarla una vez más?

      PRESI: Una preguntita, Canciller... Cuando usted habla de “usarlas”… ¿A qué se refiere…?

      CANCILLER: A lo que usted está pensando.

      AERONÁUTICA: Disculpen, el gobierno anterior intentó lo mismo con el Canal de Beagle y vino un enviado del Papa que…

      CANCILLER: Los ingleses son un puñado, brigadier....

      AERONÁUTICA: ¿Usted está proponiendo una invasión militar?

      CANCILLER: No usaría la palabra “invasión”. Es muy invasiva. Yo diría “recuperación”!

      PRESIDENTE: ¡Es una idea fantástica, Canciller! ¡Son cuatro gatos locos! Los sacamos a las patadas, sin disparar un tiro. ¡En cuanto nos vean llegar, ja-ja-ja, se escapan a Inglaterra nadando!

      Desde el sagrado balcón de la Casa Rosada, el general Presidente vocifera la recuperación de las Islas Malvinas ante una enardecida Plaza de Mayo de izquierda, de derecha, de peronistas y antiperonistas, de Madres, de obreros duramente reprimidos dos días antes.

      Todos unidos por el amor a la nuestro. Por fin la barra quilombera, más grande y plural que nunca, celebra el comienzo de lo que será una guerra como la gente, con Patria, bandera, sangre y muerte. “¡Esta barra quilombera, no te deja-no te deja de alentar…!”

      Figuras muy populares efectúan patrióticas donaciones y se despojan de valores ante las cámaras oficiales de ATC Color. La certeza de la victoria se manifiesta por todas partes: “Sí, sí, que venga el Principito con la flota de la NATO! ¡Los vamos a echar con agua hirviendo!”.

      LA BARRA QUILOMBERA ESTALLA: ¡El que no salta es un inglés! ¡El que no salta es un inglés!

      Los británicos tienen unos aviones rarísimos que levantan vuelo como un helicóptero y atacan con todo; los argentinos ponen garra y corazón, pero no alcanza para enfrentar la superioridad militar británica en tecnología, logística, experiencia y entrenamiento profesional. La goleada es inevitable a pesar de algunos golazos de la Fuerza Aérea Nacional.

      ¡Ingresa el Papa a la cancha! ¡Esta vez en vivo y en directo el Papa interviene personalmente para detener el partido!¡¡¡El mundo entero nos está mirando!! ¡¡¡El Papa, la Tacher, Reagan…! ¡Fidel Castro se abraza con nuestro Canciller liberal!¡¡¡Somos protagonistas mundiales!!!

      El equipo militar que nos representa acepta la derrota sin decir ni mus y se retira de la cancha dejando un reguero de muertos argentinos y llevándose a casa lisiados y afectados en mente y alma para siempre. Regresa un combatiente nacional que fue bulliciosamente despedido por el vecindario cuando partió a la guerra. Nadie le da bola. Estaba vivo y sano.

      Los militares se sienten muy desvalorizados por la derrota y saben la que les espera si los civiles vuelven a tener la manija. Llega el Mundial de Fútbol de 1982. La única esperanza es Maradona. Sueñan con repetir aquel triunfazo del Mundial 78. Imposible: se lesiona Maradona y Argentina queda eliminada.

      PRESIDENTE: ¡Suerte perra, carajo, se nos lastima el Dié! ¡Perdimos la guerra y perdimos el Mundial! ¡Tengo que renunciar y llamar a elecciones, la puta que lo parió!

      El Presidente militar que lo sucede provisoriamente se presenta en cadena nacional para decir “Venimos sin piedras en las manos”. Se había descartado la posibilidad de lapidarnos.


      Sobre la firma

      Ricardo Talesnik
      Ricardo Talesnik

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