De Marlene Dietrich al oversize de Messi

Hay películas que dejan marcas inolvidables. Para el Señor Mayor, fue “Testigo de cargo”. La vio a los diez años y aún retiene varias imágenes: Marlene Dietrich descorriéndose el pelo de una oreja en una escena clave; Charles Laughton usando una silla-ascensor; Tyrone Power poniendo cara de pobrecito al ser acusado de asesinato. Pero sobre todo conserva la sensación de que era una película genial. Cuando la detecta en una plataforma, se tira de cabeza a verla.

El filme cuenta la historia de un hombre (Power), casado con una ex actriz alemana de cabaret (Dietrich), al que acusan de matar a una anciana. Por eso recurre a un abogado con fama de infalible (Laughton). El juicio no viene bien para él y empeora cuando su esposa derriba su coartada.

En tiempo de descuento, una extraña mujer le entrega a Laughton unas cartas que revelan que Dietrich ha mentido y esta, confrontada en el tribunal, acepta su falso testimonio. Luego de la absolución de Power, se revela la mentira: la extraña mujer no era otra que Dietrich disfrazada, que ha urdido el engaño (y se sacrifica) para salvar a su amor. Pero el ingrato del esposo la abandona ahí mismo por una morocha jovencísima. Despechada, la alemana lo mata de un cuchillazo.

El Señor Mayor se queda pensando en dos cosas: primero, que la película ya no le parece tan genial (los golpes de tuerca de la trama le resultaron demasiado ingenuos) y segundo, que la víctima del crimen es una “anciana” de… ¡56 años!

Él, que ya está al borde de los 65 y no sabe si probar con el slim fit de Fantino o el oversize de Messi, no se siente anciano ni por error. La película se estrenó en 1957 y está basada en una obra teatral de Agatha Christie de 1953. O sea, siete décadas atrás, una persona en sus 50 ya estaba para darles de comer a las palomas.

Investiga (es decir, googlea) y verifica que, por entonces, la esperanza de vida en Reino Unido, donde sucede la acción, era de 69.41 años, cuando hoy es de 81.24. Hay una lógica ahí. Pero lo curioso es que, para el estreno de la película, la sensual Dietrich tenía 56, la misma edad de la “anciana” asesinada. A una la muestran como la abuelita del té Mazawattee y a otra, como femme fatale.

El Señor Mayor piensa en su padre. Nunca lo vio usar jeans ni “altas llantas”. Jamás abandonó el Lord Cheseline para peinar los pocos piolines que le quedaban. Su look se había congelado en algún momento de los años 50 y no lo actualizaba. Lo mismo le pasaba con la música: no lo sacaban del tango y del folclore. ¿Beatles, Rolling Stones? Batifondo.

El Señor Mayor está seguro de que su padre, tanto a los 56 como a los 65, no corría detrás de la juventud eterna y menos aún, de los últimos gritos de la moda, aunque debía de sentirse “un pibe”. Era, si se quiere, más libre. Lo piensa con ternura mientras evoca las últimas fotos de Fantino y de Messi y se promete: “Ni slim fit ni oversize”.