Dice que de la Argentina extraña todo; a pesar de haber pasado la mayor parte de su vida fuera del país, sólo cuando está aquí Catherine Cesarsky se siente en casa. La nostalgia, -cuenta esta mujer cuyo aspecto desmiente los 82 años que declara- arrancó en el '66 cuando junto a su flamante marido, Diego Cesarsky, se enteró de que Harvard los había aceptado para cursar allí el doctorado.
Fue en Harvard donde Catherine, nacida Gattegno, y licenciada en Ciencias Físicas en la UBA- perdió el apellido: tal la costumbre en aquellos años, su flamante universidad la inscribió con el nombre de su cónyuge. Con el tiempo llegaría la revancha para esta astrofísica nacida en Francia y criada en la Argentina a partir de sus 2 años: con un posdoctorado en Caltech, el Instituto Tecnológico de California, no sólo se animó a quedar embarazada, a despecho de la recomendación de su director, sino que, brillante, arrancó una carrera jalonada de logros y primeras veces.
Regresó a Argentina en 1973, el turbulento año del retorno de Perón y la masacre de Ezeiza; la decisión de los Cesarsky fue poner rumbo a Francia. Ya allí obtuvo la Dirección de Ciencias de la Materia en el Centre d'Etudes Nucléaires de Saclay, se convirtió en la primera mujer directora general del European Southern Observatory y, entre otros hitos, en la primera mujer electa presidenta de la Unión Astronómica Internacional.
Ya jubilada, y después de rechazar una oferta de Harvard, presidió el proyecto del Observatorio global SKA (Square Kilometre Array) y actualmente sigue trabajando para Francia en energía atómica. Más allá de su currículum, lo que impacta en Catherine es su humildad. Esa que sólo tienen quienes son grandes de verdad.
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