Dan Breitman es pura emoción. El actor, que está protagonizando La función que sale mal, en el Multiteatro, está sentado en una de las butacas de la sala. Bien dispuesto, arranca la charla abriendo su corazón en profundidad.
“Vivo pensando, vivo rumiando, pero también tengo grandes momentos de felicidad. Cuando soy feliz, soy muy feliz. Y cuando padezco, padezco un montón. Soy muy pasional. Todo me pega mucho y tengo sensibilidad a full”, cuenta.
Dan, de 43 años, sigue delineando su personalidad sin medias tintas: “Soy una persona retorcida, que piensa de más, que sobrepiensa. Viste cuando te dicen: ‘Relajate’. Bueno, yo no me relajo nada . Lo peor que me podés decir es: ‘Relajate’. Yo necesito hablar y necesito sacar conclusiones. ¿Qué voy a hacer? Tendría que volver a nacer para relajarme. Y no me mandes a una playa porque en una playa no sé qué hacer”.
Se analiza con la misma terapeuta desde hace 25 años y no la cambia por nada del mundo: “Me ayuda mucho. Por momentos la quiero matar también, porque siento que a veces se agota. Al mismo tiempo, siento que pago por los años que tiene escuchándome y porque es testigo de muchas cosas que me pasaron. Su escucha, entonces, tiene un valor muy importante para mí. Y podés volver al pasado y decir: ‘¿Te acordás de esto que pasó?’. Pude salir adelante en muchas cosas”, subraya.
-¿Tuviste depresión alguna vez?
-Una sola vez, cuando pasé por el programa de Tinelli. Ahí tuve una pelea mediática con la familia Pachano. No me gusta mucho hablar de este tema, pero bueno... Y me pegó porque no era show el conflicto, lo que estaba pasando era verdad. Había que bailar igual y todo era exposición, las redes... Y en un momento, estallé y dije: “No puedo más, se terminó mi carrera”. Dejé de estar en el Bailando y dejé de participar. Y pensé: “No me van a llamar nunca más para nada y me tiré a dormir en la cama de mi vieja por un año. Desde un abril hasta un marzo. Justo después de guardarme, arranca la pandemia. Y ahí me vuelven a llamar para hacer el Cantando por un sueño. O sea, todos se encerraban y yo empezaba a salir. Fue una locura eso.
Tuve depresión una sola vez, cuando pasé por el programa de Tinelli. Ahí tuve una pelea mediática con la familia Pachano.
-¿Y qué hiciste en ese año de encierro?
- Nada. Sólo querés dormir. Mi mamá me miraba y mi papá se puso muy mal. Me decía: “¿Qué te pasa, si sos un pibe exitoso”. Y yo le decía: “No puedo”. La mente es todo un tema. De hecho, hoy, hago ejercicio para estar bien corporalmente, para que mi cabeza tenga aire porque ya me levanto pensando. Entonces lo mejor que podés hacer es salir. Hago yoga, camino y me estiro. Estoy al aire libre una hora por día. Salgo del teatro súper cargado, pensando en cómo fue la función, qué salió bien, qué mal... Por eso, a veces voy caminando hasta mi casa y así bajo los decibeles. Caminar me despeja. Llego cansado, ceno y por ahí miro una peli. Mi cabeza es otra cuando hago ejercicio físico.
-¿Vivís con alguien?
-No, vivo solo. Soy de Caballito. Viví un tiempo en Villa Crespo y otro en Almagro. Soy el más chico de la familia. Mi mamá, Ana, es musicoterapeuta y mi papá, Roberto, es músico. Tengo un hermano, Elián,que trabaja en comercio.
-Contame algún recuerdo lindo de tu infancia.
-Me viene una imagen de estar bailando entre bailarines en un espectáculo que se hizo en la Sociedad Hebraica Argentina sobre los cuadros del pintor Marc Chagall.Uno de esos cuadros tenía que ser interpretado por un niño. Fue lindo. Prefería eso que estar en el colegio. Siempre quise ser grande. Ya de chico quería hacer las cosas que hacen los adultos. Charlar con la gente grande e irme a vivir solo. Me rateaba del colegio y me iba a ver teatro. Me gustaban las conversaciones serias y hablaba difícil, buscando palabras.
-¿Cuándo descubriste la vocación artística?
-Desde que nací tenía muy claro que quería dedicarme al arte. No hubo otra cosa. Tengo el recuerdo de muy chiquito bailando con mi abuelo.
Diego Reinhold, Héctor Díaz, Fredy Villarreal, Dan Breitman, Victoria Almeida, Gonzalo Suárez, Maida Andrenacci y Federico Ottone protagonistas de la obra. Foto: Soy Prensa-¿Y cuándo empezaste con las crisis?
-A los 6 años empezaron los ataques de pánico en el colegio. Me moría y renacía. Me transpiraban las manos y me agarraban ganas de ir al baño. El momento del baño se convertía en una salida porque daba vuelta por toda la institución. Siempre tengo el soliloquio de estar diciéndome: “Tranquilizate, tranquilizate que esto va a pasar”. Eso está marcado desde chico. Pensá que hago terapia desde los 4 años. ¡Tengo 40 años de análisis! Podría vivir en cualquier parte del mundo o tener un jet privado si no hubiese invertido tanto dinero en terapia. Y con ella entendí que había algo que se dedicaba a estudiar la cabeza.
-¿Tuviste momentos críticos?
-Sí, tengo una historia muy trágica con mis abuelos. Mi abuela se quitó la vida, se tiró de un cuarto piso. Había pasado la guerra. Mi abuela era el amor de mi vida. Yo tenía 12 años cuando pasó. Recuerdo que fue un domingo, un día del padre: sonó el teléfono y le dicen a mi mamá: “Su madre esta tirada en la planta baja”.
-¿Tuviste alguna vez ganas de morirte?
-No, porque yo amo la vida. Me dedico a lo que me gusta. Cuando estoy bien, yo estoy muy bien. Me gusta comer, gozoso a full. Cuando disfruto, disfruto porque conozco el sufrimiento fuerte. Cuando disfruto, soy feliz, y cuando río, río a carcajadas. Me gusta charlar, tomar mate y comer pan dulce.
- ¿Alguna otra profesión que te hubiera gustado tener?
-Hubiese amado ser terapeuta, pero no tengo paciencia para leer tanta información. Si estuviese escrita en forma de obra de teatro sería mucho más fácil. Igualmente, el teatro tiene que ver con los vínculos, con el otro.
A los 6 años empezaron los ataques de pánico en el colegio. Me moría y renacía.
-¿Estudiaste teatro?
-Sí, mucho. A los 9 años empecé a estudiar en la escuela de Hugo Midón. A los 15 seguí con danza en la escuela de teatro musical de Julio Bocca y Ricky Pashkus. Egresé a los 20. Después seguí con todo lo independiente: canto, teatro, danza. Y vi mucho teatro. Mi mejor plan era ver teatro con mi amiga Maca y después ir a comer. Ahora también encontré otra manera de relacionarme con el arte y es escribir. Tengo un unipersonal que se llama Y quería un musical, que habla un poco de esto, de las sesiones de terapia, de mi madre, de mi abuela, de mis traumas. Lo expreso con humor. Ahí entré un poco en biodrama: con el stand up, con el monólogo... Todo armado con música original. Tengo el hábito de escr y ahí me hablo.
-¿Qué sentís al actuar?
-Creo que lo que me hace muy bien es hacer teatro. La calma que tiene. Entrás a una sala de teatro y algo pasa, hay algo acá. Eso lo siento desde muy chico. También el folclore. Tomo unos mates con los compañeros, charlo con Sarita, que es la encargada de la producción de ropa. Es fundamental que uno tenga onda con la gente que trabaja detrás de escena, con los de vestuario o de iluminación. Intentar hacer match.
-¿Cuál es tu último trabajo?
-Antes de esto estuve haciendo Exit, en Carlos Paz, y Volví una noche, con Patricia Palmer en el Picadilly. También, a la par, hacía mi unipersonal. Por suerte nunca paré de trabajar. Y siempre en relación al teatro. Tuve poca suerte en lo audiovisual.
- ¿Estás conforme con cómo les está yendo hoy en el teatro?
-Sí, es impresionante la cantidad de gente que viene. Desde que arrancamos estamos a sala llena. Hubo muy buena venta. Debutamos el 4 de junio de este año. Funciona muy bien el boca a boca. La gente se ríe cada dos segundos. Se arma algo que está bueno, que para mí no es solamente teatral, es como un evento. Como si fuera una función de circo. La gente grita y aplaude. Siempre hay que ganarse el aplauso y el público. Hay que actuar como si fuera la última vez, no hay que regalar funciones.
Dan Breitman posa en la escenografía del Multiteatro. Foto: Martín Bonetto.
-Vayamos a lo personal. ¿Algún hábito en lo cotidiano?
-Limpiar me ordena la cabeza. Cuando tengo todo ordenado, mi cabeza está ordenada. Me gusta comer bien y rico, y trato de disfrutar. Igualmente, a veces me ahogo en un vaso de agua y me estreso por cualquier cosa.
-¿Algún sueño en lo laboral?
-Sueño con escribir películas, espectáculos, dar trabajo a otros y tener mi propia compañía. También es un deseo dar clases; hacer personajes, crear. Y hacer mi propio programa de televisión.
-Y en el plano de lo íntimo, ¿qué anhelos tenés?
-Quizás, ser padre en algún momento. Ahora siento que no estoy preparado. Porque con los niveles de ansiedad que manejo, se lo voy a pasar al pibe y se muere. Capaz, también, volver a enamorarme . La paternidad es algo que me encanta. ¡Me encantan los niños!
-¿Cómo te imaginás en el rol de papá?
-Primero, tendría que pensar cómo sería la logística. Me debería mudar, por ejemplo. A veces me pesa la edad por el tiempo que pasó y capaz no hice todo lo que me hubiera gustado hacer. Pero no puedo ir en contra del tiempo. Lo más importante es disfrutar del presente, que es lo que tenés. Y lo que trae buenos resultados es vincularse con afecto y tener buena onda. La buena onda vuelve siempre. Si estás como el orto, no. Y siento que si me manejo con amor, suceden cosas buenas. Es difícil a veces, pero es un trabajo.
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