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      Tatuajes extremos: cuando la tinta llega a la cara y se mete hasta en los ojos

      • Ya no se trata de un pequeño tribal o de una frase en un lugar discreto.
      • Ahora muchos eligen cubrir cada vez más partes del cuerpo, incluso el rostro y los globos oculares.
      • Sesiones que demandan varios días y sólo se toleran gracias a las cremas anestesiantes.

      Tatuajes extremos: cuando la tinta llega a la cara y se mete hasta en los ojosGabriela Ríos (argentina) y Víctor Peralta (uruguayo), el matrimonio que figura en el Libro Guinness como la pareja más modificada del mundo mediante tattoos. Foto: Andrés Violante.

      Ya perdí la cuenta de cuántos tatuajes tengo en el cuerpo”, ríe Israel Paketh, tatuador tatuado hasta el infinito y más allá. Argentino, 38 años. Rapado, barba prolija, dibujos en el rostro, en la cabeza, en el pecho, brazos, piernas. Piercings en las orejas y la nariz.

      A los 28 dejó su empleo de maestro mayor de obras en Buenos Aires para volcarse a una vida, si se quiere, bohemia. Se había frustrado como guitarrista y el mundo del tattoo lo fascinaba. Fue aprendiendo el oficio y trabajando, inicialmente, durante los fines de semana. “Hasta que renuncié a mi empleo para dedicarme de lleno a tatuar. Me atrajo mucho la libertad y la camaradería del ambiente. Todo era descontracturado.”

      Hoy, su lugar en el mundo es la paradisíaca isla tailandesa de Koh Samui: playas, aguas cristalinas, cocoteros y budismo. Allí vive y tiene su local de tatuajes, Mindtrip Studio.

      Sus clientes provienen de distintas partes del mundo. Trabaja bajo estricta agenda porque sus diseños demandan varios días, son pequeñas obras de arte muy bien conceptuadas en el ambiente.

      Tatuarse es, para ciertas culturas, una tradición ancestral. En Nueva Zelanda hay políticos de origen maorí con el cuerpo tatuado. En el Japón antiguo se tatuaba al criminal para que quedara identificado socialmente, pero esa costumbre cambió a los soldados y el tattoo pasó a ser símbolo de valentía.

      Tatuajes en la cara y hasta en los globos oculares, se pudieron observar en la Skull Fest. Foto: Mariana Nedelcu.Tatuajes en la cara y hasta en los globos oculares, se pudieron observar en la Skull Fest. Foto: Mariana Nedelcu.

      Los luchadores de Muay Thai se tatúan tigres como pedido de protección. Pero el fenómeno se expandió a todo el mundo y se vuelve cada vez más extremo. En el fútbol, por ejemplo, alcanza con ver las piernas y los brazos de Leo Messi o la cabeza de Nacho Arce, el arquero de Deportivo Riestra. Lo mismo en el trap, con Duki y los diseños que se hizo en la cara.

      A nadie parece importarle la advertencia de investigadores de la Universidad Humanitas, de Milán, que aseguran que las tintas pueden producir daños en la salud y reducir la eficacia de las vacunas.

      Dehaquiz entiende que tatuarse es un procedimiento seguro mientras se realice dentro de ciertos estándares de cuidado: “Cualquier procedimiento en el cuerpo tiene su riesgo, pero esos riesgos son más grandes sin la asepsia óptima. Los tatuajes no son perjudiciales siempre y cuando el cliente y el artista cumplan con las normas sanitarias que se recomiendan”.

      Los nuevos descubrimientos, claro está, le suenan todavía lejanos.

      Mantras en la piel

      “Las nuevas generaciones están más abiertas al lado artístico del tatuaje”, opina Paketh, especialista en Sak Yant, un estilo tradicional tailandés. “Es puntillismo ornamental -explica-. En esencia, un tatuaje sagrado que combina diseños geométricos, figuras de animales o deidades, y escritura antigua de mantras budistas y animistas.”

      Así como en otros tiempos los pibes querían ser futbolistas, hoy también quieren ser tatuadores.

      Matías FaríasSkull Fest

      El objetivo de estos tatuajes es otorgar poderes mágicos o de protección a quien los lleve. Una vez realizado, un monje susurra un mantra que activa ese poder mágico. Se hace con una varilla de bambú o de metal con una punta afilada.

      Se trata de un método manual que en nada se asemeja a las nuevas metodologías que utilizan máquinas o agujas especiales, entre otras evoluciones. Los tatuajes pueden ser cosidos, por corte (con algún elemento afilado), por escarificación (se hacen a través de cicatrices) o por quemadura.

      Dignos del récord

      Quienes se animan a los tatuajes extremos, que incluyen protuberancias y hasta trabajos en los ojos, axilas o genitales, participan de concursos internacionales. Hay premios para (casi) todos y por casi todo.

      A la mexicana María José Cristerna se la conoce como la mujer vampiro. Abogada, también es tatuadora y llegó a ser considerada como la mujer más tatuada del mundo: según el libro Guinness de los récords, tiene dibujos en el 96 por ciento de su cuerpo.

      Los tatuajes, cada vez más abarcativos, requieren el uso de cremas anestesiantes. Foto: Mariana Nedelcu.Los tatuajes, cada vez más abarcativos, requieren el uso de cremas anestesiantes. Foto: Mariana Nedelcu.

      Gabriela Ríos (argentina, 54 años) y su pareja Víctor Peralta (uruguayo, 55) tienen el récord Guinness como la pareja casada más modificada del mundo. Son propietarios de Querubín Tattoo, en el barrio de Congreso. Ella se tatuó alrededor del 70 por ciento del cuerpo y él, casi el 90.

      Tienen trabajos en la lengua, el glóbulo ocular y la cabeza. Se presentaron en China, España, Francia, Italia, Rumania, México, Estados Unidos y Uruguay, entre otros países.

      Ahora hay una moda de cubrir grandes zonas del cuerpo con pigmentación, tanto en negro como en otros colores. Puede ser muy doloroso.

      Víctor PeraltaRécord Guinness

      “Viví en Rosario hasta mis 26 años, fui criada por mis abuelos en un ambiente de arte y creatividad; mi abuela era enfermera y pintora al óleo y mi abuelo, músico de la Orquesta Sinfónica de Rosario; tocaba violín y violonchelo. Vivir con ellos fue mi elección porque en su casa podía tener animalitos”, se presenta Ríos ante Viva. Y no exagera: su ocupación full time, además de tatuadora, es cuidar a los 120 perros que viven con ellos.

      “Cuando puedo y se alinean los planetas, viajo a convenciones internacionales en las que nos contratan para promocionarse y para contar con nuestro show de suspensión corporal”, explica. Y agrega: “Llevo arte en la piel: también soy artista faquir y pintora de cuadros cuando me queda tiempo”.

      Ríos se considera “artista extrema” y dice que los tatuajes, piercings y modificaciones corporales la definen y la muestran tal cual es. “No se trata de cómo me quiera ver estéticamente, sino que es una elección de vida”, suelta.

      Disfruta tanto del procedimiento de tatuar como del resultado. Su cuerpo es como el documento que registra los animales que tiene, los países que visitó y el retrato de su pareja, que lleva con orgullo.

      Un jurado de expertos evalúa en uno de los concursos de la Convención Internacional de Tatuajes Skull Fest Art de Buenos Aires. Foto: Mariana Nedelcu. Un jurado de expertos evalúa en uno de los concursos de la Convención Internacional de Tatuajes Skull Fest Art de Buenos Aires. Foto: Mariana Nedelcu.

      Peralta, por su parte, empezó a tatuar en las playas de Florianópolis, a donde viajó como artesano en 1992. Su amigo Marcelo Trilia, también tatuador, le fue enseñando el oficio. “Soy tatuador, body piercer (perforador corporal), además de showman junto a Gabriela. Llevo viviendo de esto más de la mitad de mi vida.”

      “Ahora hay una moda de cubrir grandes zonas del cuerpo con pigmentación, tanto en negro como en otros colores”, dice Peralta. Los llamados blackouts se utilizan para cubrir antiguos diseños que el usuario ya no quiere ver.

      Son trabajos que demandan muchas horas. Y que suelen ser dolorosos, por eso ahora se apela a cremas anestésicas de uso externo. “La mayoría de mi cuerpo fue tatuado sin anestesia, pero hoy, que estoy pintando toda mi cabeza y rehaciendo otros tatuajes, la utilizo porque sufrís bastante menos”, reconoce.

      Lo que más impacta es el tatuaje del globo ocular. “Se realiza con una jeringuilla aplicando tinta del mismo tatuaje que se usa para la piel. Molesta por unos días y después cuesta acostumbrar la vista a la luz solar. Pero no es doloroso porque el ojo no tiene terminaciones nerviosas”, explica Peralta. Se trata de una intervención irreversible

      El tattoo, dice, les da de comer a toda su familia y a los 120 animales de la casa. “Es un arte que amamos. Somos afortunados por trabajar en lo que nos gusta.”

      Ríos y Peralta se consideran artistas de 24 horas. “Nos ha pasado que nos fuimos de vacaciones con nuestra valijita para tatuar y, estando en la playa, alguien queda fascinado, sale el tema y terminamos haciendo un tatuaje”, dice él.

      La aplicación de las cremas anestesiantes, fundamental para empezar a tatuar. Foto: Mariana Nedelcu.La aplicación de las cremas anestesiantes, fundamental para empezar a tatuar. Foto: Mariana Nedelcu.

      Y así como se tatuó a sí mismo, también lo hizo con sus hijos, su esposa y sus padres. “A mi papá le hice un retrato de mi mamá. El día de su cumpleaños 82, el 13 de abril del 2022, me pidió si tenía fotos de ella, le dije que sí, le mostré varias y me pidió que le tatuara una. La verdad es que eso me emocionó muchísimo. Se lo hice con mucho cariño y creo que fue uno de los tatuajes más importantes de mi vida”, dice Peralta.

      El peso de las miradas ajenas

      Colombiano, Carlos Dehaquiz llegó al extremo de tatuarse “hasta los ojos”. Lleva protuberancias en la cabeza (“implantes en forma de cuernos en mi frente”) y piercings en la boca. Aros enormes en las orejas. Quiere ser político en el municipio de Duitama, en el departamento de Boyacá, donde nació hace 31 años. Allí tiene su estudio, Electric Tattoo. Es organizador del Boyacá Tattoo Festival, que moviliza, además de a tatuadores, a artistas extremos, muralistas y bandas.

      Alguna vez estuvo cuatro días para tatuar una espalda o una pierna. Su primer tatuaje se lo hizo un amigo, cuando tenía 13 años: fue un símbolo de la paz. Por entonces ni imaginaba que sería el paso inicial de una larga carrera. Esa experiencia, cuenta hoy a Viva, le cambió la vida. Le gusta “llevar y lucir arte en su piel”.

      Una espalda puede demandar cuatro días de trabajo. Foto: Mariana Nedelcu.Una espalda puede demandar cuatro días de trabajo. Foto: Mariana Nedelcu.

      “Soy feliz cuando me hago tatuajes nuevos y cuando me arreglo los viejos”, asegura. Pero también es feliz cuando deja “un legado” en el cuerpo de otro. “Lo primero que hay que tener en cuenta hacia el cliente es el respeto, porque tú estás tratando con lo más preciado e importante para un ser humano, que es su piel y su cuerpo. La responsabilidad, entonces, es mucha.”

      Dehaquiz cree que tatuar o someterse a un tatuaje es como un ritual, porque en esas horas de concentración uno se desconecta de su vida normal, de los problemas, de los pensamientos.

      “Todavía las personas no están acostumbradas a ver a gente con tatuajes faciales -dice-. En mi caso, nunca me importó que me miren. Rompí el molde”, suelta. Y cuenta que muchos de sus trabajos sirvieron para que alguna persona pudiera disimular, por ejemplo, una quemadura en el cuerpo y recobrara la confianza.

      ¿Por qué alguien se tatúa tanto? ¿Cómo se supera esa barrera de la sorprendida mirada ajena? “En mi caso -responde Israel Paketh-. el tatuaje ha tenido un poder muy transformador en cómo me percibo a mí mismo y en cómo me sobrepongo al dolor de una sesión. O sea, no es solo el hecho estético. Aunque, claramente, elijo mi estatus con cierta coherencia: no me hago cualquier cosa.”

      “No tengo problema ni estoy pendiente de la mirada del otro. Pero creo que es normal que la gente se impacte ante una persona que tiene ojos negros, cuernos de silicona en la frente y la mayoría de su cuerpo tatuado”, contesta Dehaquiz. Nunca tuvo problemas, más allá de una vez en que alguien le dijo que era un demonio, pero él no le dio trascendencia.

      “Aprendí a recibir miradas, a ser observado. Sé que tengo una cara que llama la atención, pero estos tatuajes tienen que ver con mi historia personal y con cómo me percibo. Tengo en claro que los tatuajes no cambian la persona que soy”, agrega a su vez Paketh.

      “Todavía las personas no están acostumbradas a ver a gente con tatuajes faciales. En mi caso, nunca me importó que me miren. Rompí el molde”

      Carlos DehaquizTatuador colombiano

      “Mi cuerpo -reflexiona- es como un mapa y un recordatorio de mi camino y de todo lo que pasé para llegar a este momento en el que puedo decir que hago lo que me gusta, vivo de lo que me gusta y realmente soy una persona feliz.”

      Fiestas de tinta

      “Así como hay una Feria del Libro, también hay reuniones para gente que admira el mundo de los tatuajes”, resume Paketh, quien viene de participar de un encuentro de tres días en Tailandia, en el que se reunieron alrededor de 300 especialistas. En esos cónclaves hay competencias de tatuajes, exposiciones e intercambios entre colegas. Es un mundo raro para el que no pertenece, pero hermoso y necesario para quienes sí.

      Algunas de las convenciones más conocidas son la World Tattoo Expo en Nueva York; la Baum Fest, en Barcelona y la Convención de Tatuajes de Róterdam. Argentina también tiene sus fiestas de tinta. La más importante es la Tattoo Show (ahora Mandinga).

      Y hay otra que viene pidiendo pista: la Skull Fest Art, que atrae a figuras internacionales. Este año contó con artistas considerados de primer nivel en el ambiente: Víctor Portugal, Edgar Márquez, los hermanos Angarita. Durante dos días se juntaron en un hotel de Palermo al menos 200 tatuadores en 26 categorías.

      Matías Farías, su organizador, está lleno de tatuajes. Entre ellos, uno de su querido Independiente de Avellaneda. Se lo muestra a Viva con pasión. Lleva además una calavera. Su primer tatuaje se lo hicieron a los 13 años y se lo ocultó a sus padres durante dos. “Cuando lo descubrieron me re cagaron a pedos mal.” El primer Skull Fest lo organizó en Córdoba, donde vive desde hace años.

      Nacido en Claypole, Buenos Aires, dice que la industria del tatuaje es tan grande “que hay tipos que manejan todo y no permiten que ingresemos los que queremos hacer cosas nuevas”.

      Así como en otros tiempos los pibes querían ser futbolistas, hoy también quieren ser tatuadores.

      Matías FaríasSkull Fest

      Y sostiene que el tatuaje se metió tanto en la sociedad que “así como en otros tiempos los pibes querían ser futbolistas, hoy también quieren ser tatuadores”.

      Al igual que sus colegas, dice que es imprescindible “respetar las bases artísticas del tatuaje” y que eso va en contra de las modas. Cuenta que no es sencillo tatuar, porque “además de aplicar arte, hay que utilizar elementos que suelen tener un alto costo. Tintas, agujas, máquinas”.

      Hay quienes cobran por sus sesiones alrededor de 1.500 dólares, que es la tarifa internacional. En la Argentina hay cierta dispersión de precios: por el mismo trabajo, algunos pueden pedir 100 mil pesos y otros, 30 mil.

      Pero, coinciden los consultados por Viva, el precio bajo puede esconder una calidad pobre. Y un tatuaje, vuelven a coincidir, es algo que se va a llevar en el cuerpo para siempre.

      Para hacerlo, primero debe darse una charla entre las partes. Explicar bien qué se pretende y entenderlo. Pensar cómo se verá determinado diseño en determinado cuerpo, sus movimientos. Planificar el tiempo de trabajo y fortalecer la paciencia. Hay quienes, incluso, se desmayan mientras se tatúan. Son los menos, pero ocurre. Agotamiento físico, bajón de presión.

      “Así como hay quienes deciden gastarse mil dólares en un iPhone, otros prefieren invertir esa plata en tatuajes. Puede ser un lujo, pero es un lujo que queda para toda la vida”, señala uno de los entrevistados.

      Para muchos, la evolución de esta actividad en la Argentina se relaciona al trabajo de Pablo Barada, un reconocido tatuador de Quilmes. Publicó libros basados en sus dibujos. Está en el top mundial. “Fue quien nos allanó el camino a quienes vinimos después”, elogia Israel Paketh.

      Hoy, tatuarse se volvió una forma cada vez más habitual de mostrarse, de dar un mensaje al mundo. De decir a través de dibujos en la piel aquello que no se dice de otra manera.


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      Alejandro Duchini

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